El pasado viernes 27 de mayo, la CDMX abrió sus brazos a una de las bandas más queridas de la escena mexicana, diría una amiga, de culto: Porter. Qué ganas teníamos de escuchar a un proyecto tan lleno de luz, pasión y espíritu que se niega a abandonar el sendero del rock moderno.
La agrupación de Guadalajara convocó a los chilangos a presenciar una noche luminosa con estética tribal, propuesta que los ha caracterizado desde el ingreso de David Velasco -vocalista de la banda- desde hace una década.
Muy nerviosos acudíamos al recinto, en esta ocasión el Auditorio Nacional y aunque no estábamos pérdidos nos preguntábamos dónde conseguiríamos estacionamiento, cuando por fin lo hicimos, tocaba correr para alcanzar a la banda. Lo logramos, dijimos para nuestros adentros cuando nos dieron nuestro lugar, 20:40 pm con un eufórico y repleto Auditorio, Porter abrió el telón, desvelando un escenario retocado con alegorías prehispánicas y ambientaciones sonoras que dotaron la atmósfera de una mística ancestral.
El público ovacionaba, gritaba de emoción aún cuando la presentación no había iniciado. 20:50 pm, los tapatíos abrieron con Himno Eterno, seguido de Pájaros y La China, así, Porter fundió la voz de los fanáticos en una sola.
“Es increíble cómo más de 8 mil personas que no se conocen tienen la capacidad de unirse en una sola voz y sincronizar sus latidos al ritmo de su banda favorita”, me preguntaba mientras observaba las luces cambiar su color y apuntar al público, y así sin ponernos de acuerdo muchos teníamos las manos arriba y se movían de un lado a otro mientras cantábamos juntxs. De pronto, Porter dio un salto al pasado con Host of a Ghost, todxs enloquecimos, saltamos, bailamos, regresamos al 2007.
Llegó Cachito de Galaxia, una de nuestras favoritas de su nuevo material La Historia Sin Fin, pieza que interpretó en conjunto con Samanta Barrón quien con su energía y presencia nos cautivó.
Regresaron a Las Batallas, uno de sus álbumes más emocionales que gira en torno a las despedidas y a la marca que las personas dejan en la vida del otro haciendo presente Bandera y Para ya, canción con la que cerraron el primer bloque musical.
21:30, la cosa se ponía cada vez más emocional, interpretaron Palapa, canción con la que entre nostalgia y agradecimiento David Velzasco decía “Esta es una pieza muy especial, es la razón por la cual yo me quedé aquí”. Y así, agradeció a los fanáticos por hacer de esta agrupación parte de nuestras vidas, de nuestros momentos melancólicos, de cambio y de felicidad y claro nadie me dejará mentir, ha sido un privilegio crecer con canciones como las de Porter. Fue justamente Palapa la pieza que dio un giro sonoro a la banda, ya que con el álbum Moctezuma del 2015, se narra la conquista de México cronológicamente, mismo que fue nominado a los Latin Grammys como Mejor Álbum Alternativo.
Sayonara fue la encargada de cerrar y ceder el momento al intermedio del espectáculo. Fuimos testigos de un cambio de vestuario, la banda agradeció nuevamente a los espectadores, mientras de fondo un sonido de selva tropical se hacía presente, pudimos escuchar Kiosco en la versión acústica, seguida de Daphne y ¿Qué es el Amor? también en su versión acústica.
Las sorpresas no pararon ahí, pues se hacía presente la segunda colaboración de la noche, con Camilo Séptimo para interpretar por primera vez en vivo Sinergia, otra de nuestras favoritas.
Un viaje entre las tonalidades del hoy y ayer, en el que se nos sorprendía con un ambiente que transitaba entre todos sus álbumes. Jamás se hizo presente el silencio, todos los espectadores siempre de pie, cantando, transmitiendo en vivo o simplemente gozando en conjunto de un compañero para esta aventura.
La noche estaba por terminar y Porter guardaba su última sorpresa, Ximena Sariñana estuvo a cargo de marcar la recta final del concierto interpretando Mamita Santa, última canción de La Historia Sin Fin, seguida de Murciélago. Entre éxtasis y la emoción del cierre, el vocalista nos pedía encender las luces de los celulares para sacar brillo al último momento de la noche con Espiral.
Agradecimiento e interacción continua, invitados inesperados, tonalidades sonoras diversas y emotivas, así se vivió Porter en el Auditorio Nacional.